Francisco Javier López Frías. Doctor en Filosofía por la Universidad de Valencia.
De lo cambiante y acelerada que es la actualidad de nuestro deporte no cabe duda alguna. Sólo hace falta mirar a la prensa especializada durante un par de días. En ese torbellino de victorias, críticas, declaraciones, derrotas, rumores, “crisis”… en el que se crea nuestra percepción del fútbol no hay tiempo para pararse, lo permanente pasa de moda y no vende. “Más alto, más rápido, más fuerte”, reza el lema olímpico. El deporte tiene que evolucionar, buscar nuevas metas, y reinventarse constantemente. Sobre todo, porque sólo se vende estando en la boca de todos. Y esto no se puede hacer con lo que ya está muy visto. Es necesario pagar 80 millones y adquirir algo como lo que tienes, pero nuevo, incluso si no sabes si va a funcionar igual de bien que lo antiguo que ya está acomodado y engrasado.
Si esta “realidad acelerada” caracteriza a nuestro fútbol es porque así la estamos construyendo entre todos. Desde jugadores hasta directivos, pasando por los aficionados. El Real Madrid, gran parte de su afición, y su presidente son, sin duda, la ilustración perfecta de ello. Si resulta que el equipo, tras 12 años deseándolo, consigue la anhelada Décima, ya se encargará el capitán, jugador, periodista, o aficionado de turno de recordar, sólo a las dos horas de ser campeón, que ahora el objetivo es la Undécima. No da tiempo a saborear nada, a disfrutarlo, y ni mucho menos a cogerle cariño. Lo estático es cosa de fútbol de otro tiempo, quizás, de ese del S. xix que algunos son acusados de practicar.
Con tanta obsesión por revolucionarlo todo, que como avisó Marx es la esencia del capitalismo, se pierde algo tan básico como los valores y los principios más básicos. Algo curioso en un club que se identifica como “castizo, todo nervio y corazón”. Entre estos principios se encuentra ese que dice “cuando algo funciona, es mejor no tocarlo en demasía”, sobre todo, si los que saben de esto, por ejemplo, un entrenador con 3 Copas de Europa a sus espaldas, así lo afirman. Sin embargo, no tocar las cosas no se acopla al mundo en que vivimos. Queremos cambios, “ilusiones renovadas”, actos mediáticos, y camisetas llamativas con nombres nuevos. Y claro, eso hay que aprovecharlo, sobre todo, si a la vez, un tal Mendes puede seguir pescando en un mercado en el que ha movido más de 800 millones en traspasos este verano. Nosotros, los espectadores, lo queremos así, y más aún los que hacen dinero de ello, su mente capitalista (y la nuestra) está más que contenta con tantas idas y venidas, ¿qué motivo hay para pararlas, entonces? Todo debe seguir girando, tal y como hace el tiovivo de una feria, ese al que se asemeja nuestro deporte tan querido, que, además, nos atrevemos a llamar como “la mejor liga del mundo.”
Quiero pensar que tanta revolución es lo que ha causado la salida prematura de Xabi Alonso de la feria. No ha soportado tanta vuelta. Un jugador castizo y de corazón de verdad, más propio del S. xix y de esa lealtad al club, propia de aquel tiempo, que aún le tiene enamorado del Liverpool y con la vista puesta en San Sebastián. Si este es un problema creado por todos, un solo rebelde no es suficiente, ¿seremos capaces de poner freno alguna vez a la rueda y pararnos a pensar si de verdad este es el fútbol y el club, en el caso de los madridistas, que todos queremos? Xabi Alonso, como has hecho siempre en el campo, “que tus pasos marquen el camino”.
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