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Wild, wild west

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Juan Miguel Espejo, Opinión | Si la semana pasada hablaba de cómo había un líder que dominaba el Este con puño de hierro, esta semana toca hablar de la otra conferencia. Así que, señores lectores, ajústense el sombrero, ensillen su montura y desenfunden sus armas porque esto es, ni más ni menos, el Salvaje Oeste.

maxresdefaultY así es, cuando llegamos a una nueva ciudad, lo primero que hace uno, si no quiere tener problemas, es saber quién es el que hace respetar la ley en ese lugar, así que me dirijo a la oficina del Sheriff. En ella, nos encontramos con un tipejo leyendo, recostado en la mesa, sombrero caído mientras masca tabaco. Me presento y le pregunto su nombre. Cuando alza la vista, lo que más llama nuestra atención, es su aparente juventud. Su respuesta, si bien escueta, es firme. Soy “Warriors” y consigo hacerme respetar. Veo que hay dos celdas, una de ellas con la puerta totalmente destrozada, posiblemente forzada y en la otra hay un preso que me pide que interceda por él, se hace llamar “Timberwolves”. El joven sheriff se ofrece de guía para enseñarme la ciudad y sus costumbres. Nos ponemos rumbo al ayuntamiento, donde me presenta al señor “Spurs”, alcalde la ciudad, pues nada ocurre sin que él le dé su aprobación, y a su joven secretario el Sr. “Pelicans”, que no pierde detalle de todo lo que hace su superior.

El reloj de la Iglesia marca el mediodía, así que vamos al templo sagrado, donde me llaman la atención, tres señores que visten de forma ostentosa y llamativa. Warriors me los presenta como “Mavericks”, “Rockets” y “Grizzlies” respectivamente, los nuevos ricos. Los cuales, según él, quieren hacerse con su puesto y andan presionando al alcalde para conseguirlo. Cuando salimos hay un gran bullicio en la Calle Mayor, todo el mundo se congrega alrededor de dos hombres de pie, que empiezan a caminar los diez pasos protocolarios de todo duelo. Warriors no quiere que nos quedemos a ver el resultado final, alegando que éstos son “Nuggets” y “Kings”, dos farfulleros que ladran mucho y muerden poco, como su jefe: “Clippers”, que jamás llegarán a más que a provocar un tumulto.

Ya en la taberna, conozco a su propietario, un europeo muy dicharachero y de sonrisa ágil que antes de llegar a la barra ya nos tiene un par de tragos servidos: “Suns” se hace llamar. Al fondo hay otro joven que me invita a jugar a las cartas. Sin embargo es Warriors quién declina su invitación con un ademán de mano y me advierte que es un pilluelo, huérfano, que se dedica a engatusar a los incautos, pero que con los mayores, poco puede hacer: “Jazz” es su sobrenombre. Tras un par de tragos y antes de despedirnos, me puede la curiosidad, y me armo de valor para preguntarle sobre el incidente de la los barrotes de la celda. Con un encogimiento de hombros me responde que es un fugitivo famosillo de la zona, “Thunder” y que, hace un par de días, consiguió escapar con la ayuda de un cómplice, pero que él sólo piensa en dar caza a “Trail Blazzers” el cual ha jurado, ante el Altísimo, no descansar hasta verle en una caja de pino. Nos damos la mano y nos despedimos, agradeciéndole yo, su magistral visita. Ya en la posada pido habitación para uno y me dispongo a retirarme cuando el posadero me invita a calentarme junto al fuego mientras me cuenta algunas historias de cómo era esa tierra cuando él llegó y de cómo ha cambiado desde aquellos días. Su nombre era “Lakers”.

Así que antes de dormir pienso en todo lo que he conocido y sólo puedo pensar en una cosa: “Wild, Wild West”.