Todo el mundo pide a voces un cambio generacional en la selección española de fútbol que Vicente Del Bosque, con más o menos acierto, ya ha puesto en marcha. Donde antes estaban Puyol, Xavi, Villa, Navas y Xabi Alonso vemos aparecer a aquellos que tanto tiempo han reclamado un mayor protagonismo en el combinado nacional. Hablo de hombres como Cesc o Silva que ponían malas caras a sus suplencias con La Roja. Pues bien, la de ayer era una fantástica oportunidad de demostrar que la nueva generación está a la altura de las exigencias. Y el resultado no fue el esperado.
Los partidos a España se le llevan atascando desde que sus rivales se cierran con la esperanza de no llevarse un saco. La diferencia de la situación actual con el pasado es que, hace no tantos años, en esos partidos en los que el juego español se diluía en un mar de piernas rivales siempre aparecía un genio para resolverlo. Llámenlo Xavi, Navas o Villa pero siempre aparecía ese hombre que daba un paso adelante y resolvía el partido. Eso es lo que falta ahora. Vemos a un grupo de enormes futbolistas que se pasan con calidad unos a otros el balón sin que ninguno de ellos se atreva a disparar o a hacer algo diferente.
Faltan los galones que de alguien que decida dar un paso adelante y arriesgar, porque en esto del fútbol quien no arriesga empata o pierde. Es ahora, cuando disfrutan de los minutos que tanto han solicitado, cuando deben aparecer Cesc, Silva, Piqué, etc. y hacer lo que hacía la generación que los precede. No es moco de pavo evidentemente, pero al igual que ellos exigieron protagonismo el público está en su derecho de reclamar juego y por lo tanto resultados.
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