Inicio 1ª División Reflejos de un tiempo no tan lejano… o sí

Reflejos de un tiempo no tan lejano… o sí

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AtléticoEl barcelonismo en su conjunto barruntaba la tragedia que se avecinaba. Ya no caben dudas al respecto. Se constata el doloroso augurio. Con todo, seguro que todavía algún aficionado permanece enhiesto ante el estupor que sobrecoge a la masa culé, alentando con ingenua convicción la creencia en la plantilla, en liza aún en la pugna por dos grandes títulos. Nadie, me temo, compra su historia. En Múnich, el año pasado, los elementos pudieron (y aplastaron) con aquellos jugadores. Pudo haber excusa. El miércoles, en cambio, futbolistas principalmente, y entrenador, mancillaron las señas de identidad que los habían encumbrado y hecho quienes son hoy día. Especialmente flagrante la escena dado el escenario y el rival de este definitivo descenso a los infiernos: Un Atlético de Madrid sublime, portador de varios de esos valores que forjaron la leyenda del último gran Barcelona: amor propio, pasión por el juego, hambre, humildad e intensidad. Hoy, sólo efímeros anhelos de un tiempo mejor, no tan lejano engaña, aunque repasando la actuación de los azulgranas, parece mediar una época entera.

De ahí que ya no haya consuelo posible para el aficionado barcelonista. El equipo germinado por Rijkaard y ensamblado hasta la perfección por Guardiola, se extinguió ayer fulminado por el fulgor del Calderón. Servidor fue uno de los muchos que se creyeron el osado discurso de un resuelto Tata Martino allá por el mes de agosto. Versaba sobre recuperar la presión en campo contrario, inocular de nuevo el competitivo gen colectivo al sistema nervioso del equipo. Correr y trabajar como un ente singular. Lo vi en el primer partido liguero, aquel apabullante 7-0 al Levante. Nunca más en los siguientes 49 envites hasta la fecha. O los futbolistas ya no creen en ello, o no quieren hacerlo, o ya no pueden, o simplemente no se toman en serio a su entrenador, o éste no ha sabido imponer sus directrices. Sea como fuere, recuperar realmente esas señas de identidad pasa por cambiar a sus protagonistas. Ya nadie cree sus palabras.

En muchos más partidos de los que el seguidor azulgrana se ha merecido esta temporada se ha hablado de falta de actitud, de intensidad. No hay, sin lugar a duda, peor pecado ante la afición. Oír a la plantilla durante toda la semana citar el grado de intensidad como la clave para superar al Atlético, presumía un Barça con orgullo, combatiente y convencido de su poderío a través de igualar a los rojiblancos en amor propio. Lo que plasmaron el miércoles a orillas del Manzanares, especialmente en los primeros 20 minutos, fue un insulto a la masa social y a la institución. En lugar de coraje, mostraron desidia para enfrentar a los lobos del Cholo Simeone. Terminaron engullidos, naturalmente. ¿Quién les creerá ahora? Incluso las palabras de los capitanes parecen relleno comercial. Escuchar a Xavi decir que dieron la cara y merecieron más, suena a humor negro.

Estará en semifinales, por tanto, el mejor equipo de los dos. Aquel que con sus innatas cualidades ha dignificado la profesión a base de corazón, sacrificio y, por supuesto, fútbol. Copiando ciertos atributos de otrora equipos de leyenda, como ese Barça ya lejano en el imaginario colectivo que jugaba cada partido como si fuera el último, justo como hace este encomiable Atlético de Madrid.