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Neymar y diez más

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neymarSe levanta el Barcelona a tiempo de sepultar los augurios masivos de autodestrucción que se cernían sobre su porvenir. Lo hace a raíz de un notorio crecimiento colectivo, principalmente defensivo, y transitando al abrigo de una palpable calma institucional. Sin voces a su alrededor, Luis Enrique y su plantilla caminan de la mano, configurando a cada capítulo escrito, un sólido equipo de fútbol. Un juguete roto ha dado paso a un aspirante al éxito.

Es otro tipo de Barcelona, eso sí. Sustentado sin disimulos en su poderosa tripleta ofensiva, y sin tanta dependencia de su medular,  es no obstante su constantemente cuestionada defensa la que le está insuflando categoría (sin tener en cuenta el tanto de Torres en Copa, por supuesto). Reminiscencias de la gloriosa época de Guardiola se podría aseverar. Únicamente nueve goles encajados hasta la fecha en Liga dan fe de lo relatado. Sin mentar al mejor de esa línea, Mascherano, es de justicia otorgarle a Gerard Piqué el reconocimiento que se merece. No hace mucho una sombra de aquel gran central de años atrás, el catalán muestra indicios de recuperación. Más atento, rápido y preciso, aunque sigue aún teniendo un amplio margen ante sí.

Pero la mejoría futbolística del Barça se motiva desde la explosión de otra figura. Neymar ya es el Neymar prometido. Nunca será un goleador del calibre de Messi, pieza única como Cristiano Ronaldo en estos menesteres, pero es, a cada arrancada, sinónimo de peligro. La incidencia del brasileño pasa por su atrevimiento, su desborde y su magia. Y de su solidaridad. Asociativo, en especial con Leo, es un delantero impredecible, en crecimiento, y ahora encima,  finalizador.  Atrás quedaron sus dubitativos y fallidos primeros encuentros arrastrando la presión de un proceso, el de su contratación, sibilino y sospechoso. Además, el carioca se mostraba asfixiado por la constante búsqueda de su anhelada conexión con el capitán argentino, siempre a contra reloj por cierto, gracias a la presión mediática llegada de ambos puntos, Madrid y Barcelona.

Aquellos tiempos de sombras son historia. El Barça se empieza a mostrar cómodo en otros registros, menos preciosistas pero demoledores por la pegada de su incisivo tridente. Con Messi moviendo los hilos, el fútbol se mueve sobre una infinita línea de magia e impredecibilidad. A falta de su reconciliación con el gol, Suárez se gana el sueldo (y a sus compañeros) con brega, sacrificio y asistencias. Ya no necesitan los catalanes tanto el balón. Caminos poco hondeados todavía pero que comienzan a dar rédito. Aunque con futbolistas como Neymar, a nadie le importa aventurarse por ellos a ver qué saca uno.