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Nadie habló de perfección

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Suárez gol 4Muchos auguraban un paseo azulgrana en el Clásico. Nada sorpresivo teniendo en cuenta el análisis extremista que caracteriza a los entendidos (¿?) futboleros de este país. El duelo se atuvo a la paridad de dos plantillas monumentales que a pesar de atravesar dinámicas ligeramente dispares, siguen en disposición de encumbrar la temporada con las distinciones más deseadas. El mundo atendió a un ejercicio futbolístico atípico en cuanto a los roles de unos y otros. Un Barça dominando registros antaño encriptados para su sistema nervioso; mientras que el Real Madrid de Ancelotti, a las órdenes de Luka Modric, monopolizó el esférico por momentos dibujando un juego brillante y amedrentador. Se podría aseverar que, a día de hoy, ambos conjuntos son mucho más completos en su decálogo de virtudes que en tiempos recientes.

Especialmente tangible es este aspecto en el Barcelona. No dominó como acostumbra porque delante tuvo un rival de su misma entidad, pero eso ya no le incomoda tanto. Su tripleta ofensiva gana partidos por sí sola. Y eso bien lo saben sus compañeros y el capitán del navío.  Un Luis Enrique cuyo otro de sus grandes méritos ha sido recuperar para la causa al mejor Gerard Piqué. El domingo, el barcelonés culminó una actuación de bandera. Como en sus viejos tiempos. Y no sólo el domingo. El central catalán lleva un 2015 excepcional. Como Jordi Alba, por nombrar a otro defensa en estado de gracia. El cuadro blaugrana ya no es una ganga aérea y aprovecha la estrategia como no se recuerda. Ya sabe defender sin el balón, aunque obviamente la anarquía que reina en los envites de ida y vuelta le cause más de un dolor de cabeza. Pero lo dicho, ya están los fenómenos de arriba para arreglar los desaguisados que puedan avenirse.

No hizo ni falta que Lionel Messi ofreciese ninguna exhibición. Como ante el Manchester City la semana pasada por ejemplo. Majestuosa, por cierto. La libreta de Carlo Ancelotti supo enjaularle atinadamente entre Marcelo, Modric y Kroos. Pero nunca se puede limitar a cero la influencia y el magnetismo de un futbolista que domina todos los conceptos del juego. En la segunda mitad, centrando algo más su posición con el marcador a favor, deleitó en la lectura de las jugadas junto a sus dos socios. Neymar, aunque errático en el área, estuvo efervescente e imparable por momentos. Luis Suárez, por su parte, vale lo que se pagó por él. Otros grandes arietes no han triunfado ni conectado con la grada del Camp Nou porque no hacen lo que el uruguayo. No sólo su tanto le define. Su forma de moverse, de esforzarse, hasta de lamentarse ante el error, autocrítico por naturaleza, le han hecho ganarse el papel de indiscutible en este nuevo Barcelona.

Y a pesar de todo esto, el Real Madrid fue mejor durante 60 minutos. Porque en el cambio que todo el mundo se posicionó a favor en este Barcelona, nadie mencionó nunca el hecho de alcanzar la perfección. El Barça de Guardiola se desvaneció hace tiempo. Es sólo un recuerdo. Ahora, Luis Enrique está trabajando para construir otro gran equipo. Distinto, con enormes atributos, pero también con fisuras. Pero ganador. Como lo demuestra el hecho de tener el triplete en el radar de corto alcance.