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Mateo, goles y corazón

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img147 (2)Ángel Gallego Mateo, “Mateo” echó los dientes en el fútbol en la calle. La Magdalena, El Tamarguillo, la carretera de circunvalación o descampados donde se luchaba con un suelo terrible, eran espacios que terminaban tuneados como campos de fútbol. La voluntad de los chiquillos podía con todo. Hasta hace muy poco tiempo los niños jugaban en la calle y allí, buscando apoyos en paredes, bordillos o en la rueda de algún coche aparcado en el improvisado campo urbano, se urdían las jugadas más increíbles y se inventaban los pases de fantasía, que luego veían por la tele en campos de lujo. Daba igual, la obsesión de los chiquillos era driblar, regatear al arco iris y luego concluir con un remate que hacia el milagro del gol, entre dos montones de piedras. Nada tenía más valor que esa experiencia vespertina, premio inigualable después de la escuela y la merienda.

De las plazoletas, de las calles anchas o de los callejones han salido los jugadores técnicamente mejor dotados. Una pelota era un bien demasiado preciado como para tratarlo de cualquier manera, con riesgo de perderlo en los tejados o debajo de un coche. Había que conducirlo con destreza, ajustarlo al pie y llevarlo, casi como un aro, para no perder la posesión y, sobre todo, para asegurar que al día siguiente habría partido. Esa obligación agudizaba el ingenio y pulía el toque y el pase. Fútbol de salón que se jugaba en la calle, antecedente claro de lo que ha sido el Fútbol Sala. En Brasil saben mucho de esto.

img119 (2)Mateo ha sido ese tipo de futbolista a los que el entrenador no puede exigir otra cosa que producirse fielmente. Ser como realmente es, con eso basta. La intuición no se entrena. Hay un perfil de jugador  que jamás sabes qué va a hacer, ni él lo sabe. El área es un espacio creado para el delantero centro,  en el que el portero tiene la ventaja de las manos y la protección del pequeño rectángulo en el que es intocable. Sin embargo, cuando el goleador entra en ese espacio se siente cómodo, es su hábitat natural. No importa que haya defensores pegajosos, ni aglomeración de hora punta. Si el balón circula por allí el delantero y la pelota se citan y, de mil formas inverosímiles, acaban conectando. Es irremediable. No se miran, no se hablan, se intuyen: movimiento rápido, contacto, fuerte o flojo, y gol. Visto y no visto. Es la danza de la improvisación y la eficacia que enardece a la grada, que desespera al rival y define la función del hombre gol.

El goleador se mueve, toca el balón lo justo, pero cuando lo hace, solo tiene una dirección, un destino, la portería. Nadie como él, tocando con cualquier superficie permitida por el reglamento, es capaz de dirigir el balón a ese lugar al que, ni el mejor portero puede llegar: “La verdad es que esas cosas se intuyen. Creo que he sido un futbolista así. Tenía la capacidad de jugar muy cómodo ahí y de revolverme en un palmo de terreno para encontrar el balón y el remate”.

img140 (2)La Gloria fue el equipo que vio crecer desde benjamín a Mateo y desde ahí, paso a paso y tomando las lecciones de técnicos como Ismael Almazán o Paco Pegalajar, se fue formando y acabó logrando el perfil de futbolista goleador que luego ha mantenido a lo largo de toda su carrera como futbolista. Ha jugado en media provincia de Jaén pero no dio el paso definitivo para haberse consolidado como profesional del fútbol: “En realidad he sido profesional. Siempre he tenido mi trabajo fuera del fútbol pero lo tengo claro, si mis habichuelas estaban en mi trabajo, todo lo que llevaban las habichuelas, la carne, el chorizo, me lo dio el fútbol. Era otro tiempo y se ganaba dinero jugando en las categorías en las que yo jugaba. He pensado muchas veces que podía haber probado y haberme dado la oportunidad pero no me arrepiento de mis elecciones. Creo que, en cada momento, hice lo que tenía que hacer y al mirar atrás no me arrepiento”.

Él cuenta la historia con mucho tacto pero la realidad de aquella oportunidad que tuvo para ser jugador del Real Jaén es un poco más dura. Su trabajo en “Molina” le permitía ganar unas 60.000 pesetas de la época y el presidente del Real Jaén, Joaquín Cortizo, le ofreció 20.000 y sin posibilidad de negociar. Tenía edad juvenil pero Tartilán lo quería para la primera plantilla. Pese a su juventud y a sus ganas, tuvo la serenidad de un veterano y rechazó la oferta

578285_5001674953187_1911103022_nLa primera vez que Mateo sale de Jaén capital para jugar al fútbol lo hace para ir a Villanueva del Arzobispo. Aquel equipo en Tercera División estaba entrenado por Manolo Haro y presidido por Francisco Medina: “Haro exigía mucho y entrenaba al mismo ritmo que nosotros. Aquel año coincidí con Fernando Anquela, con Galiano, Casas, Manolo Ordóñez, Cámara. Descendimos en el último partido. Lo jugamos en nuestro campo contra el Real Jaén que, con la victoria, ascendió de categoría”. A partir de ese momento Mateo inicia un largo periplo por equipos de la provincia. Viajes después de la jornada de trabajo, regresos de madrugada, carretera, noches de invierno por vías imposibles y, todo, en compañía de amigos que convertían el cansancio en aventura y el roce en amistad.

ismaelQuizás uno de los entrenadores que mejor conocen a Mateo es Ismael Almazán: “Me encontré con él a la edad de benjamín, en La Gloria. Ya entonces tenía cosas muy especiales. Tiraba los penaltis con la puntera y los mandaban a la escuadra. Era rápido, muy rápido. Recuerdo que antes del partido más importante de la temporada se lesionó en el patio de la escuela, jugando a la pava. Tuvimos suerte, el día del partido nevó y se suspendió el encuentro. Para cuando lo jugamos ya se había recuperado y ganamos, fuimos campeones”.

Después de su paso por Villanueva, en la temporada 88/89 Ismael y Mateo vuelven a encontrarse, ya en categorías superiores: “Coincidimos- explica Almazán- en el Arjonilla durante tres temporadas. Fue un periodo muy bonito. Ese primer año fue muy bueno y Mateo fue máximo goleador. Quedamos primeros, por encima del Villanueva de Gregorio Manzano que fue segundo. La siguiente temporada fue de transición y la tercera volvió a ser muy buena, quedamos subcampeones de la Copa del Gobernador Civil”. Para Mateo y para Almazán hubo una persona que resultó clave en los éxitos de un equipo que ilusionó a todo el pueblo, Gabriel Sola, el presidente. Fueron años muy intensos para un joven jugador que siempre supo hacer grupo y que se convirtió en aglutinante para aquel vestuario.

Siendo jugador del Arjonilla sufrió una lesión grave: “No he tenido muchas -asegura Mateo- pero aquella me obligó a parar dos meses. Fue una fractura de peroné que, como suele pasar con las lesiones graves, me la provoqué yo solo. Caí mal y me fracturé. Pese a ello logre mantener mi media de goles de anteriores temporadas, unos 25”.

img044 (2)Aquella plantilla, junto a Mateo, tenía jugadores como Sandalio, Gálvez o Lara No es difícil entender lo que se vivió en Arjonilla de la mano de este conjunto. Fueron tres años intensos pero el delantero siguió su ruta por la provincia y Torredonjimeno fue la parada: “Fui con Fernando Oya de entrenador y estuve dos temporadas. Fueron muy buenas. Jugamos las dos veces la Liga de Ascenso. Teníamos muy buen equipo Juan Luis, Antonio Parras, Manolo Ordóñez o Antonio del Moral”.

Antonio del Moral guarda un excelente recuerdo de aquellos años: “Mateo era un jugador enorme, tenía condiciones para haber jugado sin problemas en categorías superiores. Efectivo, trabajador, buena persona y siempre es un estado de forma envidiable. Todavía cuando juega con los veteranos del Real Jaén lo veo en un estado estupendo”.

Tras estas dos campañas en Torredonjimeno, también de la mano de Oya, recala en Linares y vive la cara y la cruz del fútbol. Logra ascender con el conjunto azulillo y marca la extraordinaria cifra de 35 goles. Una campaña en la que consiguió ganarse el aprecio y la admiración de los seguidores linarenses que tuvieron en Mateo el realizador que les puso en el camino del retorno a Tercera División. Jornadas de euforia y sueños de fútbol en una ciudad que siente la pelota como su segundo corazón. El Linares volvió a Tercera y la campaña fue complicada para el equipo y para Mateo de forma particular.

mateoUn goleador, cuando se atasca, lo pasa mal y no lo sabe disimular. Vivir del gol y perderlo, aunque solo sea una mala racha, es duro y tensa mucho al futbolista. La tarde que supuso la salida de Mateo del Linares fe la del partido contra el Vélez: “Era una mala tarde, había mucha tensión en la grada y yo estaba muy tenso y muy cansado de las cosas que escuchaba. El entrenador me cambió y salir del campo tiré la camiseta y la pisé. Fue un momento de angustia, de rabia, de tensión incontenida. Las cosas se produjeron con rapidez. Me estaba duchando y un periodista local entró al vestuario y me dijo que el presidente había dicho que no volvería a jugar con el Linares”.

El presidente del club, según palabras de Mateo no hubiera sido tan drástico pero en el palco estaba el alcalde de la ciudad y el ambiente se cargó mucho. Mateo era un jugador de fútbol pero, sus compañeros, lo definen como un ser humano extraordinario. Aquel incidente tuvo que ver, no con su condición ni como personas ni como deportista, y sí con un momento en el que se cruzaron muchos infortunios. Un campo de fútbol es, una veces, un campo para la gloria y otras, no pocas, una campo minado y lleno de tensiones que el público ni intuye.

fernando camposDos horas después del partido un grupo de aficionados, ofendidos por el gesto de Mateo, lo esperaban cerca de los vestuarios. Fernando Campos y Carles escoltaron al goleador hasta el coche y mediaron para que la cosa no fuera a mayores: “Fue desagradable. Luego hablé con el presidente y tengo la sensación de que, si por él hubiera sido, la cosa no hubiera llegado a lo que llegó. Tengo que decir que se portaron bien conmigo y que me pagaron hasta el último día. No tengo nada que reprocharles”.

montiLinares quedó atrás y siguió rodando el balón y Mateo con él. Almazán, Pegalajar, Haro, otra vez Almazán, Fernando Oya y ahora el Recreativo de Bailén con el recordado Quico Álvarez. En Bailén volvió vivir una temporada de éxito y jugaron Liga de Ascenso. Luego Baeza en Tercera División y vuelta a Torredonjimeno, esta vez con Paco Montijano:“Fue una temporada extraordinaria, logramos ascender. Guardo un gran recuerdo del equipo, del ascenso y de Montijano. Paco era un entrenador que me entendió bien, sacó lo mejor de mí. Sabía llevarme con la mano izquierda y hacerme entender perfectamente lo que necesitaba que hiciera en el campo. Manejaba muy bien el vestuario y, al final, para mí fue un amigo”.

IMG-20150701-WA0006La historia de Mateo se podría resumir, si hablamos de fútbol, diciendo que ha sido un relato en el que siempre aparecen dos referentes obligados: gol y amigos. Tras vivir una etapa brillante, ascenso incluido, vuelve a coincidir con Fernando Oya en el Martos. Aquella fue una campaña convulsa, de las pocas en las que Mateo no ha logrado estar cerca de un ascenso o de una clasificación importante. Cesaron a Oya y lo sustituyó el cordobés Sedano. La campaña terminó en descenso. Borrón y cuenta nueva. Salió de Martos y en Mancha Real, otra vez con Montijano en el banquillo, logró ascender y dejar una marca clara del goleador que era, 25 tantos en aquella temporada. Por ese tiempo algo empezaba a sonar en la mente del jugador que había salido de La Gloria y que ya llevaba media provincia de Jaén acuestas, miles de kilómetros y más de trescientos goles. Sin embargo las alarmas del cansancio todavía no sonaron. Cambió de rumbo y llegó, para ascender otra vez, a La Carolina. Paco Sabiote fue el entrenador que disfrutó de la capacidad goleadora y de trabajo de Mateo.

Sin embargo La Carolina fue un punto y adiós. Mateo acusó las noches de viaje, los entrenamientos después del trabajo y el tiempo que había pasado pleiteando en el área y quemándose en la dura negociación del gol ante rivales que jamás se lo pusieron fácil: «Estuve un año sin jugar y aproveché para sacarme el nivel 1 y el nivel 2 de entrenador. Estaba, efectivamente, cansado. Era un poco todo, el tiempo, los viajes, la edad. Creo que lo hice en el momento que me lo pidió el cuerpo». Sin embargo solo fue un punto y adiós, no un punto y final. Todavía tendría ocasión de seguir jugando al fútbol: «Me llamaron de La Guardia, Julio Ruiz, para jugar con ellos la Copa del Gobernador. La jugué, marqué cuatro o cinco goles y ganamos el torneo. La final fue en el Estadio de La Victoria y le ganamos esa final al Vilches. Seguí tres años más, con Pepe Hornos de entrenador y me retiré, ahora si, definitivamente en Los Villares».

IMG-20150701-WA0003Mateo dejó el fútbol con 37 años, 400 goles, cientos de partidos, ascensos y un ejército de amigos que no podría enumerar. Cuando he citado su nombre para tejer esta trama de relatos deportivos, siempre he escuchado un lamento por no haberlo visto en categorías superiores, la admiración hacia el goleador perfecto, el reconocimiento a su trabajo en el campo y a su honestidad, dentro y fuera de él.Se fue del campo pero está en el fútbol y para dejar la huella más contundente, la más verídica y la que, definitivamente, dibuja su personalidad y define perfectamente quién es.

Ahora se ocupa de entrena a un equipo de chavales con síndrome de Down: «A mis 46 años me siento orgulloso al comprobar que estos chavales me está ayudando a formarme porque tienen una enorme capacidad para transmitir valores como el esfuerzo, la ilusión, el cariño o la gratitud. En ellos sabes, sin ninguna duda, que se trata de algo totalmente sincero y que te lo hacen llegar con una enorme humildad. Es un ejemplo y los elevan como seres humanos. Estoy feliz, después de haber recibido muchas cosas del fútbol, por poder devolver algo a estos muchachos en nombre del fútbol y en el mio». Nada más que añadir. Mateo: Balón de Oro.