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Juande Peralta inteligencia, fuerza y corazón

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Palabra de Fútbol, coincidiendo con la llegada de Juande Peralta al banquillo del CD Navas ha querido reeditar parte de un capitulo de la sección «Fútbol Contado» que se publicó, con motivo del ascenso de Peralta con el Torreperogil, el pasado 25 de mayo de 2015.

 

Antonio Oliver.- El fútbol que deslumbra en los grandes estadios se urde, a cencerro tapado, en los campos de pueblo. Ahí empieza todo. Ser de pueblo tiene, entre otras ventajas, saber cómo es y cómo suena un campo de tierra, con anuncios escritos en hormigón o en hojalatas; líneas serpenteantes pintadas con cal y a mano, gente que te grita a la cara o agentes de la autoridad que miran pero no ven.

Así era el fútbol en el que me inicié y del que emergieron muchos talentos que han escrito la historia de la pelota en la provincia de Jaén. Ahora, desde hace unos años, las cosas son complicadas pero de otra forma. Me ha emocionado ver cómo Maradona jugaba en Sevilla con una naranja, cómo hacía magia con una bola de papel de plata o cómo explicaba sus mil infiltraciones para ganar un mundial, genio, dolor y victoria.  Se me ha puesto el bello de punta viendo a Juanito hacer cosas que, después, he visto muy pocas veces en un campo de fútbol. Jugadores, entrenadores, presidentes, estrellas, personajes de gran proyección. Soy testigo de muchas cosas pero jamás, la luz cegadora de ese firmamento, me ha hecho olvidar la otra belleza de este deporte.

Juande Peralta, el primero por la izquierda en la foto, es uno de los futbolistas con más prestigio de la provincia de Jaén. Jugó en los equipos de mayor tradición y supo ganar, por jerarquía, el respeto de sus aficiones, de las aficiones rivales, de sus compañeros y de sus adversarios. Nada como la honradez para fijar el crédito. Jugaba con una idea, siempre al límite. Fiel a su estilo, eso era irrenunciable. Su carrera de jugador se puede mostrar como ruta a seguir: disciplina, perseverancia, nobleza, amor propio y eficacia. Su forma de entender el juego de equipo le llevó a seguir, ciegamente, los encargos del entrenador. Sabía que era un eslabón de la cadena y eso le hacía leal y cumplidor hasta el extremo: “Había domingos que corría casi veinte kilómetros y no tocaba balón, pero al que yo marcaba tampoco lo tocaba. Ahora me parece increíble. Volvía a casa sin saber lo que era el contacto con la pelota y feliz porque, el otro, tampoco la había tocado”. Ahora, lo que cuenta Juande, parece extraño pero era exacto y así se hacía. Pasados los años, en Baeza, Roberto Romero le explicó el concepto de zona: “Yo creía que nos iban a fundir jugando así. Madre mía, pensaba, esto va a ser un “colaero”. Luego comprobé que no”. Roberto, el entrenador con el que Juande se encontró en Baeza era un técnico muy entrenado en esa materia aunque, por otra parte, de conceptos parecidos a los de Peralta: trabajo, sacrificio e inteligencia. Roberto había tenido una larga carreara como jugador y solo escuchar su historias de fútbol ya era un lujo. Juanito, el mítico 7 del Real Madrid, era casi su hermano y siempre ponderó la idea de fútbol de Roberto Romero. Juande en eso también tuvo suerte. Escuchar y trabajar con gente así deja poso.

Debut 1982 (2)Mucho antes de eso, Juande Peralta, debutó en el Villacarrillo con Luis Fiñana: “He aprendido mucho de todos mis entrenadores y de cada uno me quedé con lo mejor. Recuerdo a Luis porque fue el que confió en mí. Me hizo debutar en el Villacarillo con quince años y me dejó una huella que conservo con cariño, pero he tenido muy buenos técnicos y grandes compañeros. Siempre he procurado descartar lo malo y quedarme con la parte mejor de ellos”

Juande ahora no recuerda muchas cosas de aquel debut pero sabe que allí empezó un camino en el que se ha dejado trabajo, miles de horas de entrenamiento y, como dice algún amigo mal intencionado “todo el pelo”. Sin embargo es consciente de que el fútbol le ha dejado cosas de valor incalculable y eso lo agradece con su dedicación y su respeto a la pelota.

Ahora, mientras cuento esta historia, echo la vista atrás y veo la imagen de Juande, muchas veces, de barro hasta los ojos y peleando un balón como si fuera el último, era su sello. Entendía y entiende el fútbol como una prolongación de la vida y en la vida, según él: “Hay que ser serio, comprometido, leal y generoso siempre”.

Peralta se distinguía por su disciplina, por la poca amabilidad que usaba  en la marca y porque jugaba los partidos hasta que llegaba a la ducha antes, para él, no terminaba un encuentro. Rápido, pegajoso, insufrible en el costado, listo en los cruces, increíble en el salto, y siempre atento en los rechaces. Era muy áspero en el campo pero entrañable y cariñoso con todos fuera del terreno de juego, claro que esto a los rivales no les consolaba demasiado. Todos hubieran querido tenerlo en su equipo.

Carrero, el emblemático portero del Villanueva CF, lo define con rotundidad: “Era una garantía. Siempre salía enchufado. Con Juande podías estar tranquilo. He jugado con otros grandes futbolistas pero ninguno daba la seguridad que daba él. Atento, con un buen sentido de la posición y a pesar de no ser alto, muy eficaz en el juego aéreo. Para mí uno de los mejores con los que he jugado”.

Seguramente Manolillo, del Real Jaén, Bermúdez, el recordado jugador marteño, Chumilla y otros grandes futbolistas recordaron siempre alguna de las marcas que firmaba Juande Peralta. Hubiera sido una pena que, como suele ocurrir con muchos jugadores de fútbol, Juande hubiera terminado su relación con la pelota después de colgar las botas. No fue así. Era lógico pensar que dos que se quisieron tanto no podían separarse de cualquier manera ni, mucho menos, para siempre.

Después de pensarlo y decir adiós a los domingos por la tarde en el campo decidió, tras un año alejado de la primera línea, volver pero desde la banda. Escalafones inferiores, niños que necesitaban buen ejemplo, segundo entrenador y, finalmente, Juande acepta el reto y se convierte en entrenador del Torreperogil. No era fácil. Allí sustituye a un técnico que trabajó mucho y bien en el pueblo, Salvador Lara. Era una carta complicada, la tomó y este fin de semana ha logrado el ascenso con su equipo. Llegar y besar el santo. Lo que Peralta ha vivido como primer entrenador solo lo sabe él. Solo él sabe las noches de angustia, volviendo a casa con agua y viento racheado, manejando la rabia y las curvas, viendo lo que no le gustaba, las situaciones límite y las decisiones que ha tenido que tomar para que su proyecto no se hundiera: “El fútbol ya no es como antes. Yo vengo de una época en la que había otros valores. Ahora, no me quejo porque sigo aquí y si estoy lo acepto y lo sufro, pero es de otra forma y hay cosas que no entiendo. Mi obsesión es el fútbol, los valores del deporte, ganar, competir, perder pero todo en el campo y dejando el alma, como siempre ha sido. Lo demás ni lo entiendo ni lo quiero”

Acaba de empezar su carrera. Es, como siempre ha sido, humilde, observador, cercano, perseverante, directo y en el campo o en la banda, el peor rival. Compite siempre. Cuando salía al terreno de juego se producía en él una alteración de la personalidad que, a los que lo conocíamos nos resultaba natural, pero impactaba.

Jugando en el Iliturgi, dirigido por Gregorio Manzano, el cuadro de Andújar se enfrentó al Real Jaén de Juan Manuel Tartilán y al terminar el encuentro Tartilán dijo: “ ¿Quién coño es ese chiquitín que no ha dejado tocar el balón a Higinio Vilches?”. El “chiquitín” y Tartilán llegaron a ser buenos amigos. Juan Manuel Tartilán siempre ponderó los valores de Juande Peralta. Fueron muchas tertulias en Jaén, en el Dalas, compartiendo almuerzo y sobremesa con Ángel amigo personal de Juande y jugador del Real Jaén. Tartilán, en esas charlas en las que yo participé muy a menudo, siempre reconoció que le hubiera encantado tener a Peralta en su equipo.

El que sin duda estaba encantado de contar con él era Gregorio Manzano. Manzano lo tuvo en Villacarrillo y en Andújar. Hoy Manzano entrena a uno de los principales equipos de China,  el Beijing Gouan, es líder de su grupo en la Champions asiática y en la Liga China. El técnico bailenense al ser preguntado por su jugador en el Iliturgi sintió una íntima satisfacción y dijo cosas que le salieron de forma espontánea: “Hay jugadores que siempre te dejan huella. Un entrenador lo que busca en el campo son “cómplices”, personas capaces de llevar al campo tu idea. Juande era uno de esos jugadores y mi confianza en él era absoluta. No necesitaba muchas motivaciones. Era disciplinado y muy seguro. Hacía un labor fundamental dentro y fuera del campo”. Manzano, en este momento, ya estará volando destino a su próximo compromiso de la Liga China. Cuando aterrice sabrá, al leer esta entrega de “Fútbol Contado”, que uno de sus alumnos aventajados vuelve a los banquillos en un club histórico del fútbol jienense.

Ahora se produce un punto y seguido en la vida deportiva de Juande. El amuleto que siempre lleva, o con él, o entre sus cosas. Ese pequeño objeto que le une a una de las personas que más quiere, seguramente, le ayudará a la hora de tomar decisiones.

Vuelve un entrenador que tiene un corte singular y la esencia de esos técnicos que han vivido el fútbol desde las tripas al corazón. Ojalá que la soledad del banquillo no lo cambie, no lo aburra y que siga viviendo ese fútbol limpio, casi de cristal, pero hecho de acero, como la voluntad de los que saben defenderlo en su mejor esencia. Sé, por lo que he visto, que Juande Peralta tiene esa condición. Me alegro de su regreso por él, por el Navas y, sobre todo, por el fútbol.