Inicio Opinión Antonio Oliver Es educación y eso no se improvisa

Es educación y eso no se improvisa

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gamberros“Hoy como ayer y mañana….” Las cosas no cambian con el calendario. El fútbol español ha terminado el año bajo los efectos de una sacudida irracional y reveladora. La falta de visibilidad no rebaja las tensiones que se viven cada domingo en un campo de fútbol. La nula repercusión de las barbaridades de la grada, ha permitido que la sensación fuera de ausencia de problema. Error de bulto. Las gradas en los campos, según qué sectores, son un auténtico infierno y un canto a la violencia.

Ha tenido que ocurrir una desgracia para que, cómo en religión y en política, aparezcan los golpes de pecho y las lamentaciones. El fútbol, de la noche a la mañana, se ha convertido en una plañidera que llora los hechos. No supo prevenirlos pero, eso sí,  el llanto no tiene consuelo. Patético. Hay muchas razones por las que se puede estar en desacuerdo con LFP y con su presidente pero, esto no es una opinión voluntariosa, tres días antes de la tragedia del Manzanares Javier Tebas, en la sede de la Policía Nacional en Canillas, Madrid, profetizó lo que “cualquier día podría ocurrir”. Se ha infravalorado el rango dañino de esos grupos y se ha caído en la tentación de trivializar, cuando no de aplaudir su “apoyó” a los colores.

Siendo crudo y evidente lo que ocurre en los campos iluminados por el foco de la televisión, hay que echar pie a tierra y concluir que la violencia más descarnada, esa que niega los principios de esperanza en el futuro, se da en los recintos de fútbol menor. Ahí se produce la demoniaca confluencia de la mala educación con la repetición de conductas aprendidas, a fuerza de ver lo que pasa en las gradas radicales de los grandes estadios. Una mezcla explosiva que describe el nivel de podredumbre ética en el que andamos sumidos.

No es una visión catastrofista, es un estado de ánimo resultado de dos tardes seguidas en campos de fútbol donde la edad de los jugadores no superaba los 16 años. Hay pocas soluciones porque, lo que falta, es educación y eso no se improvisa. La única razón para creer en el futuro es la fuerza de la pelota. Ojalá que se produzca el milagro y un día podamos ir al fútbol para recrearnos en esa conjunción mágica de la inteligencia, la fuerza y el recurso estético: el fútbol. No desespero.