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El último se llama Isco

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untitledLa costa de Málaga tiene la electricidad propia de cualquier frontera. Su línea de mestizajes, agua, sal y continentes, provoca sensaciones mágicas. Quien la conoce lo sabe. Esa cinta de arena ha sido, seguramente, uno de los primeros espacios en los que personajes como Juanito, Hierro y ahora Isco conocieron  la alegría que puede proporcionar una pelota, juguete, luego herramienta que  han sabido manejar con habilidad, inteligencia y eficacia. Isco toma el relevo. Este jugador tiene esa naturalidad que trivializa las genialidades. Un sello que solo corresponde a los más grandes. Cuando la altura de la estrella carece de base suficiente, peligro. Los mejores futbolistas lo han sido más tiempo, cuanto más amplio fue su punto de apoyo mental, familiar y social.

Isco aceptó el reto del Real Madrid y, quizás lo meditado de la elección, le está sirviendo para no zozobrar en los momentos de mar recia que, paradójicamente,  soporta en la quietud del banquillo. El fútbol de Isco es querible. El Bernabeu lo vio y lo hizo suyo en cuatro pases, dos regates y tres goles. Así se hacen los contratos entre jugadores y afición. La grada del Real Madrid ha incorporado a Isco a su galería de ídolos, que lo son desde que entran por la puerta. Esa unión natural ya no se rompe.

 Los entrenadores son otra cosa. Ancelotti jamás ha discutido la calidad y el futuro de Isco pero, eso sí,  lo pone con menos frecuencia de lo que el público querría. Jugar es una prueba para cualquiera pero, sin duda, lo más difícil es no jugar y que la suplencia no te devore. El futbolista malagueño emite señales de jugador constante pero, la edad no perdona, ha tenido que sufrir sus crisis, las crisis de ese sistema que no le permite estar tanto como quisiera y que puede haber amenazado su fe. Sin embargo el fútbol no se queda con nada de nadie, es un ente en continuo movimiento y, más tarde o más temprano, te la pone para que la juegues. A partir de ahí eres tú, tu frialdad y tu talento. Solo contra ti mismo. El rival, cuando tienes tanta calidad, casi no cuenta. Parece que Isco lo sabe.

Los grandes jugadores reclaman grandes escenarios. Ancelotti retó a Isco y le dio camiseta para la final. Arma de doble filo, pero es el arma que quieren los jugadores dueños de los argumentos que posee Isco. Un jugador sin su seguridad,  pese a que  algunas opiniones le niegan sistemáticamente, podía haber acusado el banquillo y el hecho de saber que millones de miradas juzgaban cada uno de sus balones. No fue así y en Valencia emergió el jugador que todos habíamos visto. Fue generoso en el despliegue de calidad, intenso a lo largo de todo el partido, armónico en el diálogo futbolístico con sus compañeros de línea y políglota cuando hubo que interpretar conceptos como transición o conducción práctica para que el tiempo pase y pite el árbitro. Ha demostrado que está para lo que el entrenador quiera. Ya hablan de Selección. El fútbol siempre viaja con esta velocidad. Ayer casi olvidado hoy en todas las quinielas. Verdad a medias.

Puede dar muchos más, Carlo Ancelotti es consciente. El italiano, pese a la confirmación de Isco en la plaza de Valencia, no le va a regalar nada. Mejor. Cuando uno tiene espacio para crecer todo ayuda, sobre todo la exigencia de un buen entrenador. Fue un gusto comprobar cómo, con el Barcelona como opositor, Isco estuvo al nivel de la exigencia que se le planteó.

La magia se hace con una pelota, unos metros de arena, agua salada, cielo azul y mucha imaginación. Málaga tiene un filón en esa costa. Cría perlas. Genios, cómplices del balón. El último se llama Isco.