Inicio 1ª División El Sevilla o el verano de la marmota

El Sevilla o el verano de la marmota

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sampaoliEl Sevilla, borrón y cuenta nueva, vuelve a sus veranos de fútbol. Largos, calurosos y recalentados por la necesidad, inaplazable, de conocer hasta lo que no ha ocurrido. El pasado se fue, el futuro ni se adivina, solo se vive un presente dinámico que culebrea entre los días, cambiando la realidad de hora en hora: pretemporada. Lo cierto es que, otra vez, la pasada campaña parece algo remoto. Es como si usaran mi cita preferida: “Hay que olvidar cada día para vivir cada día”. Ni triunfos de ayer ni glorias pasadas. Salidas millonarias, malabarismos de Monchi, «el alquimista» y vuelta a empezar. El verano de la marmota. Desde que José María del Nido impusiera la exigencia de alcanzar aquello que estaba por encima de lo posible, nadie descansa en el sevillismo. Nunca.

Atrás quedaron las décadas en las que con atisbar la EUFA se cumplía el expediente. Dassaev, Maradona…las fiestas eran esas. Los fichajes se celebraban casi como títulos. Un día todo cambió y tras la durísima y purificadora travesía del desierto, emergió un Sevilla seductor para su gente e incómodo, en casi todo, para los demás. La historia es de sobra conocida. Hace poco más de diez años el club cambió de piel, se quitó el lápiz de la oreja y tomó el camino de la modernidad y la eficacia. Una mutación digna de estudio.

El fútbol depende del balón, de la fortuna, de acertar cuando la oportunidad llega y, mucho, de hacer las cosas bien para que, cuando eso ocurra, nada se estropee desde un despacho. Esa filosofía tiene como base la delegación tutelada y la profesionalidad. Era así cuando Del Nido presidía el club y, con las turbulencias lógicas que supone la ausencia del inspirador del modelo, el Sevilla ha mantenido el ritmo y sigue fiel a su cita con el más difícil todavía.

Lo institucional, en mitad de tensiones y ajustes, ha logrado no descomponer el resultado último ni estorbar demasiado en la consecución de objetivos. Pepe Castro ha mantenido el nivel. Nunca es fácil suceder a un presidente ganador y seguir ganando. Ese es su mérito. Sin embargo, como es norma de la casa, se ha dado otra vuelta de tuerca. Sale Unai Emery y, tras solventar la crisis de Monchi, se cambia de entrenador y de idioma futbolístico. Para unos esto se llama crecer y pedir plaza fija en “el club de los cuatro”. Para otros, es un movimiento arriesgado, que puede terminar complicando todo el ejercicio.

Estamos, otra vez, ante una temporada apasionante aunque aquí en Sevilla, por otras razones, pero hasta las pretemporadas son apasionantes, nada se toma como algo natural. Todo es urgente y decisivo. Es una forma de vivir los colores y de entender la vida. Esta es una ciudad pausada en la que, dígase lo que se diga, casi nada es trivial y si hablamos de fútbol menos. Esperemos que todo lo vivido sirva para que, cuando empiece lo real, haya equilibrio, tensión contenida y paciencia para que todo encaje. Ya sé que es mucho pedir.