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El efecto McGuffin o los fichajes fallidos

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SombraHitchcockUno de las grandes aportaciones de Alfred Hitchcock a la narrativa cinematográfica fue la introducción de un ardid argumental en las películas de suspense, lo que se ha dado en llamar un “McGuffin”. Dicho rápida-mente un McGuffin es la aparición en los inicios de la trama argumental de un elemento que parece llamado a ser el motor de la acción, el leitmotiv de las idas y venidas de los protagonistas de la historia, aunque des-pués en el devenir de ésta su importancia se desvanezca sin que el espectador adquiera conciencia de su exis-tencia ni lo recuerde. En alguna de sus películas esto es muy evidente. Piénsese en “Psicosis”, cuyo inicio de la trama es el robo por parte de Janet Leigh de una importante suma de dinero de la empresa en que trabaja y que lleva al personaje a huir precipitadamente de la ciudad. Como todo buen aficionado al cine recordará, tal elemento no juega ningún rol relevante en la trama, la cual se centra en el posterior asesinato y en la persona-lidad psicótica del propietario del motel de carretera, Norman Bates. Es este personaje el que lleva el peso de la película, siendo el descubrimiento final de su oscura relación con la madre la circunstancia que todo es-pectador recuerda y lo que otorga un sello distintivo a la película.

Pues bien, el McGuffin de Hitchcock constituye una útil metáfora para explicar un fenómeno relativamente frecuente en el fútbol. Un equipo, sea cual sea, ficha durante el verano a un jugador que está destacando, ya sea en la propia liga o en una liga extranjera. Normalmente, si es una liga extranjera, hay menos conoci-miento por parte del aficionado acerca de su juego pero a la inversa su precio suele ser más alto. El motivo del fichaje no es siempre claro desde un punto de vista técnico o justificable desde las necesidades del equipo. Pero a veces los presidentes necesitan la contratación de un jugador que haya adquirido fama para así distraer la atención de los aficionados, por lo general enfadados si no se han conseguido títulos o expectantes respecto de las novedades para la próxima temporada. Estas necesidades espúreas llevan entonces a desem-bolsos millonarios.

Se trata de rutilantes jugadores respecto de los cuales se presume una calidad indiscutible, o unas destrezas técnicas que marcarán la diferencia respecto de los rivales o que incluso auguran pasar a la historia junto a los más selectos futbolistas. Sin embargo, no es infrecuente que los deseos acaben siendo dinamitados por una prosaica realidad. Lo que en principio parecía la aparición de un nuevo astro acaba siendo un simple ju-gador de categoría mediana cuyo despliegue de cualidades y talentos no pasa de ser de categoría gallinácea. Y ello a pesar de que algunos comentaristas deportivos cercanos a los respectivos presidentes intenten ador-nar sus goles y participación en el juego con epítetos claramente exagerados como si con ello lograran justi-ficar el enorme dispendio económico.

Lo cierto es, sin embargo, que tales jugadores no aportan casi nada al eventual éxito del equipo. Si éste con-sigue títulos es normalmente por la contribución de jugadores que ya estaban en el equipo temporadas atrás o por un entrenador que ha sabido reubicar al “molesto” fichaje en una parte del banquillo o simplemente por-que el rival ha entrado en crisis. En estos casos, demasiado frecuentes por desgracia, el fichaje es entonces lo que el McGuffin para las películas de Hitchcock: una maniobra de engaño o de despiste para los aficionados. Atrae llamativamente la atención del aficionado al comienzo de la temporada, pero los verdaderos motores del equipo son otros. Son estos protagonistas, como Norman Bates, los que aguantan el pulso del equipo en las fases decisivas de la temporada y los que se constituyen en determinantes en la obtención de títulos. De esa forma, los fichajes rutilantes en cambio, acaban entrando sigilosa pero inevitablemente en el baúl de los olvidos o de las pifias. Invito a los lectores a finalizar el artículo poniendo nombre a algunos de esos McGuf-fin.

José Luis Pérez Triviño.

Profesor Titular de Filosofía del Derecho

Presidente de la Asociación Española de Filosofía del Deporte