Inicio 1ª División El Betis recupera su lugar en Primera

El Betis recupera su lugar en Primera

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Betis Ascenso CelebraciónEl reloj no llegaba a las diez de la noche y Pepe Mel ya lloraba al final de la Palmera. La grada rugió como se ruge tras mucho esperar cuando el arbitro dijo basta y los tres puntos volvieron a caer en el saco local. Se trató de una mezcla entre satisfacción y alivio, un «por fin de vuelta», no un «qué bien que subimos». No hubo tampoco invasión de campo porque, desde minutos antes del final, el cordón de seguridad ya trazaba su plan de control de las masas en el Benito Villamarín.

El desarrollo lineal de los hechos, carente de sobresaltos, se inició noventa minutos antes en el graderío de Fondo. Allí apareció una pancarta sencilla, inmortalizando el abrazo cómplice entre Rubén Castro y Jorge Molina, que recibió a los jugadores hechos carne cuando emergieron de las entrañas del estadio.

El dúo llegó, vio y venció. Dos goles del ’24’ por uno del ’19’ y la rúbrica hecha firma del pequeño trámite que restaba para confirmar un nuevo retorno al lugar siempre reservado para la zamarra de rayas verdes y blancas. El genio canario de apellido Castro resumió la esencia bética cuando corría el minuto 21. Contraataque veloz, combinación fulgurante y el menudo delantero que avanza sin rival, que levanta la barbilla para otear el horizonte y que decide rematar la faena lanzándose a la locura. Una cuchara acompasada, sin fisuras, que brota natural de la bota del atacante para superar por arriba la resistencia del guardameta y que vuelve a la tierra para traspasar mansa la línea de gol. Una obra de arte en movimiento.

Y después nada. Ya nada más que las Trece Barras que todo lo iluminan, desde el Puente de Triana a las viejas escaleras de Gol Sur; los ojos del niño y los ojos del abuelo. El reloj no para y la parroquia verdiblanca se desparrama ahora por las calles de la ciudad, tan eternamente dividida, tan inconmensurable y sin igual. Hacia una orilla y hacia la otra, ambas separadas por la eterna lengua de agua, tan río Betis como siempre.

Al final de la Palmera, allí donde hace horas volvió a llorar Pepe Mel, las luces se apagan pues los béticos iluminan lo demás. La bandera que corona el Villamarín, sin embargo, sigue ondeando orgullosa. El Real Betis Balompié, estandarte de una forma personalísima de ser, ha recuperado su lugar natural, el que nunca ha de dejar.

* Imagen: lfp.es