Alessio Cerci ha aprovechado su convocatoria con la selección italiana para mandar un aviso, absolutamente infundado, a Simeone. Tras el partido de la azzurra ante Albania el ex del Torino afirmaba que «veremos qué sucede en enero. Todo depende de cuanto juegue con el Atlético. No me gusta el banquillo». Es cuanto menos cómico que un jugador de sus cualidades asegure que no le gusta el banquillo cuando en los minutos que ha tenido sobre el césped, pese a estar fresco, no le se ha visto ni mucho menos al nivel de intensidad mostrado por sus compañeros.
«En Turín he sido protagonista durante varios años, en el banquillo no soy capaz de estar, pierdo la paciencia». Y en estas palabras del italiano está la clave. Parece creer que por haber sido el hombre en franquicia en club ya pueda vivir de ese éxito cosechado sin labrarse un futuro. Eso con el Cholo es impensable. De poco sirve que en su país le valga con un sprint para plantarse solo ante el portero si aquí no es capaz de luchar un balón que él mismo a perdido. Decepcionan estas palabras en el Calderón al igual que decepciona verlo trotar como si estuviese cansado, en los pocos minutos de los que ha disfrutado, mientras que sus compañeros se dejan la piel en cada jugada. A Cerci no le gusta trabajar. Quiere vivir de las rentas obtenidas en Italia, pese a no haber demostrado nada aquí, y el Cholo ya avisó al llegar a Madrid: «el esfuerzo no se negocia».
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