Inicio 1ª División Betis 1-1 Villarreal: Empate descolorido en el Villamarín

Betis 1-1 Villarreal: Empate descolorido en el Villamarín

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El Real Betis Balompié ha empatado (1-1) con el Villarreal CF en el primer partido del nuevo curso en Primera División. Dos goles solitarios en cada mitad, el primero de Roberto Soldado a la media hora de juego y el segundo de Rubén Castro al borde de la conclusión,  fueron los únicos momentos álgidos de un choque digno del mes de agosto.

EFE Bruno Leo Baptistao Betis VillarrealAl Benito Villamarín llegó la afición bética cargada de recortes de prensa, de rumores y también de temores. Acudieron todos los fieles, los más de 40.000 abonados, y acudió Dani Ceballos. Y entre la nube de especulación -sobre el equipo, los fichajes, la vuelta a Primera, la renovación de Ceballos- hizo acto de presencia el Betis de Pepe Mel.

Con un lavado de cara y con fichajes llamados a aportar solidez y temple fruto de su madurez los verdiblancos disputaron ante el Villarreal un partido ya visto por la parroquia sevillana temporadas atrás. Un equipo que renquea, pocas ideas claras y fallos defensivos esporádicos son ingredientes ampliamente saboreados en Heliópolis.

Nadando sin rumbo fijo empleó el Betis los noventa minutos de juego para volver a remediar los males con la antigua receta conocida por todos: empuje sobre el área rival y oración piadosa para que el olfato de Rubén Castro haga el resto. Hasta ese momento, ya a tres de final, sólo Cristiano Piccini había aportado color a los locales.

El lateral italiano cargó con el peso ofensivo de su equipo durante toda la primera mitad, banda arriba y banda abajo, en un esfuerzo sin recompensa ante el orden de los amarillos. A la media hora de juego, y cuando el Betis comprobó que su único engranaje funcional no terminaba de romper el equilibrio, llegó el traspiés defensivo.

Tras tres córners consecutivos botados sobre la meta de Antonio Adán, la zaga verdiblanco salió de la cueva desorientada y a trompicones como quien sale del mar tras ser engullido por una ola inesperada. Con el costado izquierdo desguarnecido y la linea de fuera de juego hecha pedazos apareció Roberto Soldado. El atacante controló sin rivales a la vista, alzó la mirada y chutó sin complicaciones a escasos metros de la portería.

Poco más hubo en el partido hasta que el ingreso al campo de Dani Ceballos revolucionó no el césped sino el graderío. Su presencia electrizó -para bien y para mal- el ambiente y el arreón clásico de los últimos minutos hizo el resto. Fue sin embargo el fatigado Piccini, con justicia poética, quien redondeó su actuación al lanzar un misil a la portería de Areola que el guardameta sólo pudo rechazar al corazón del área.

Allí estaba Rubén Castro, en la zona de peligro que es su hogar -no Primera ni Segunda, eso no importa al verdadero hombre que por oficio tiene golear- para rescatar al Betis del hastío. Cazó el cuero y disparó en gesto semiautomático justo antes de que la afición emprendiera el regreso a casa. Y de vuelta por La Palmera, desparramándose por Sevilla, el bético caminó ensimismado pensando que ese partido ya lo había visto antes, que su equipo es irremediable y que a ver para cuándo estatua al genio canario a los pies del Villamarín.

Fernando Alcalá-Zamora / En twitter: @NothingsWritten